Serendipia
- DanielPipeGarcía
- 14 dic 2018
- 2 Min. de lectura
El viajar es volver a nacer, quien se va de viaje llega con historias y anécdotas que contar, llega con el recuerdo de quienes conoció en el camino, la enseñanza de los lugares y las personas, el valor simbólico que representa un determinado lugar en una ciudad o comunidad.
El viajar es soltarse, es dejarse ir, es cortar la cuerda de la rutina, quemar la soga que nos amarra al infierno de la ciudad para dejarse caer al bonito abismo de encontrarnos como personas, de descubrir aspectos escondidos de cada quien, el viajar es enfrentarse a esos miedos internos que al vencerlos nos hacen grandes, inmortales, superiores, pues ¿Hay mayor muestra de grandeza que vencer nuestros propios miedos?
El viajar es un misterio, no sabes que vas a encontrar ni a quienes vas a encontrar, viajar te permite ir creando una memoria fotográfica con todos esos lugares que te marcan, con la familia que se va haciendo en el camino, lugares, cosas y personas que te permiten hacer un alto en el camino para reflexionar, replantearse, soñar, liberarse, romper tantos paradigmas impuestos socialmente que no permiten que exploremos los rincones más inhóspitos de nuestro de ser.
No pensemos tanto, hay que abrir las alas y dejarse llevar, planear con los vientos de la vida, hacer lo que realmente nos llena, nos satisface, tirarse al agua para aprender a nadar.
La familia y el aprendizaje se da en el camino, un día estas en otra ciudad y el taxista que te presta un servicio resulta ser un profesor que te da clases sobre Foucault y Freire, el que tiene dos trabajos porque esta situación de mierda no la tiene adentro, pero aquel que un pequeño recorrido te dejo ver que en cualquier momento y lugar encontramos con quien tener una charla rica en conocimiento y deliciosa cuando alimentar tu materia gris es lo que buscas día a día.
Se encuentran personas como la familia Rosarina que sin conocernos ofreció su vehículo para acercarnos tres cuadras buscando un restaurante porque nos partíamos de hambre, personas con un corazón noble que te enseñan el valor de la amabilidad y la gentileza, que no importa la nacionalidad, simplemente importa que somos personas que en algún momento de la vida necesitaremos ayuda, que así como nos han ayudado también debemos ayudar.
Los compañeros de viaje, en este caso compañeras, que calidad de personas y que corazones nobles el de estas dos chicas en Rosario, su amistad las une y las lleva a lugares que no conocen para vivir experiencias nuevas que fortalezcan ese lazo que las une, qué si bien no es un lazo de sangre es un lazo de lealtad, de amistad, de esas amistades que ni las fronteras ni los kilómetros, tampoco los años logra separar.
Así que bueno, a salir, a conocer, a llenarse de mundo, desde lo más bajo hasta lo más alto, pasando por el tren, por el avión, haciendo trasbordo y pasar a la lancha, al ferri, caminando, pero siempre moviéndonos, nos dieron pies, no raíces como a los árboles.
Hoy acompaña, Hay muy poca gente de Enrique Bunbury.
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