Breves reflexiones cerca de la vida y la muerte
- DanielPipeGarcía
- 17 oct 2022
- 3 Min. de lectura
Quiero ser un lobo y aullarlo todo, volar tan alto y caer estrepitosamente, de cara contra el suelo para encontrar toda mi verdad o morir en un instante, deseo rasgarme la piel contra la áspera superficie de la vida, inmolarme en el intento, descender a tumba abierta hasta mi límite y liberar al Dios oculto que hay dentro de mí.
Quiero ser olvidado, no quiero dejar legado, solo quiero vivir para mí en esta pequeñísima porción de tiempo que alguien en este mundo me ha regalado, no quiero hacer historia, no me interesa, no quiero andar de rodillas, quiero rasguñar las paredes, morder la arena y en el intento desafiar a los dioses, quiero evaporarme como alcohol y embriagarme de placer, es por lo que quiero vivir, ya bastante ruda es la vida para no estar en busca permanente del placer, muy hedonista esto de mi parte, que este bien o que este mal, tampoco me importa, juzguen ustedes.
Quiero que se borre mi apellido, que se olvide mi nombre, háganme una limpia por favor, despójenme de toda materialidad, que tan solo nos hagamos inmortales en la intangibilidad de las ideas, que el único legado sean las letras, los versos y las reflexiones, que la mezquindad de lo mundano no sea propio de nuestro ser, que no quede nada, tan solo los escritos que como papiros brillarán más allá de la muerte, en la eternidad.
Cuando muera no quiero ser enterrado y mucho menos almacenado en una cajita de madera, quiero ser incinerado y liberado al mar, ese que va y viene de costa a costa, que tiene un poco de aquí, un poco de allá, si me buscan estaré en la esencia que compone el aire, el agua, la tierra y el fuego, que me avienten muy lejos, donde termina el arco iris.
Tan solo deseo sentarme en una piedra a pensar el por qué y el cómo de las cosas hasta que el sol queme mi cara, pensar en la muerte, como será, cuando llegará, puesto que, caminar por este camino sin reflexionar sobre estas cosas es desconocer la vida en su totalidad, para que sea vida debe haber muerte, es necesario reconocer que nuestra existencia en cualquier momento nos olvida, nos tumba la cabellera, nos arruga las manos, nos escurre la piel y pierde fuerza el corazón.
Quién me puede decir si aún estoy vivo, si aún respiro, díganme algo para saber que vivo, de lo contrario sáquenme de aquí, ya hice las paces con la muerte, tuve miedo pero ya se fue, ya no voy a andar de rodillas evitándola si ella es nuestra única seguridad, déjenme ir que la muerte tan solo es la fiesta de lo eterno, el descanso eterno, dejen que me lleve en un día soleado porque nunca me gusto el frío, dejen que me lleve escuchando mi canción favorita, quédense tranquilos que cuando sea mi tiempo quiero desprenderme de todo, no quiero estar amarrado a nada; el día elegido y a la hora indicada, tan solo devolveré de la manera más amable lo que me ha sido prestado, con la sensatez de un hombre que comprende que nada es suyo, ni siquiera su propia vida.
La muerte no puede ser oscuridad, tampoco se ganará más tiempo al evitar hablar sobre ella; en el transcurso de la vida tenemos varias muertes, muere el niño, muere el adolescente, muere la madre y el padre, muere un hijo y luego llega la gran muerte, la que debemos recibir estando en paz primero consigo mismos y luego partir tratando de dejar las relaciones con nuestros semejantes saneadas de la mejor manera, presos transitorios somos de la ira, la codicia y el orgullo estando en vida, como para partir hacia la eternidad siendo esclavos de esta locura.
Como una estrella fugaz, que resplandece por poco tiempo y luego se pierde en la inmensidad, así es nuestro paso por este plano terrenal, un breve resplandor que luego se perderá en la inmensidad del tiempo, en el olvido que será el pasado y en la incertidumbre con la que castiga el futuro.
Como Ícaro volaremos hacia el sol hasta desintegrarnos para luego ser resucitados en rezos y plegarias. Después de todo, la muerte es como la gravedad, siempre ganan; no reflexionar sobre esta es negar que estemos vivos, puesto que, es la muerte una arista de la vida y para vivir plenamente es necesario integrar la muerte a nuestra cotidianidad.
Es la muerte la única posibilidad que habita en todas la posibilidades del hombre, es la muerte única, irrepetible e irreferente porque solo concierne a nosotros y siempre será irrevasable.
Para terminar estas cortas reflexiones, tan solo deseo citar a uno de mis pensadores favoritos:
“Nos engañamos al considerar que la muerte está lejos de nosotros, cuándo su mayor parte ha pasado ya, porque todo el tiempo transcurrido pertenece a la muerte” Séneca.
Como en cada escrito, hay una canción en el reproductor, esta noche suena;
Sweet for piano – Joris Voorn.
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