Quemar las naves
- DanielPipeGarcía
- 11 dic 2018
- 2 Min. de lectura
Cuando Alejandro Magno, hijo de Fillipo II Rey de Macedonia, llego a las costas de Fenicia y vio como el ejército enemigo los triplicaba en número y, al ver a sus hombres con la moral baja dijo: “Hay que quemar las naves”. Qué loco y descabellado estaba Alejandro, ¿A qué hacía referencia con quemar su flota de barcos? Sencillo, la única manera de volver a casa sería con los barcos enemigos, de uno u otro modo los hombres de su ejército sabían que, si querían volver a ver a sus familias tenían dos posibilidades, vencer al enemigo o vencer al enemigo.
Hace un tiempo escuche esa frase “quemar las naves”, la interiorice tanto que así fue como tome la decisión de salir de mi zona de confort, de dejarlo todo atrás, de quemar las naves e ir en busca del objetivo que me trace recién empezaba la carrera de grado; estudiar fuera del país, así pues, elegí a la Argentina como destino, elegí el sur para proyectar mi futuro, elegí la tierra dónde la amargura del Mate significa vida, la tierra del alfajor, del dulce de leche, de esa melancólica y nostálgica pero hermosa melodía llamada tango, tierra de mujeres hermosas, el suelo gaucho fue el elegido para empezar el viaje.
Acá entendí el valor de la familia, de los amigos (los verdaderos, los cuales son pocos pero que nadie me los toca), entendí el valor de las pequeñas cosas, de aquellas cosas que muchas veces no notamos su importancia, de esas cosas que como expreso Saint-Exupery a través de “El Principito”, son invisibles a los ojos, me di cuenta de cuan ricos somos y no lo sabemos, de que cada día es una oportunidad para crecer, para aprender, para amar, para perdonar, que no vale la pena llevar odios, resentimientos ni rencores en el corazón, que debemos alivianar las cargas para emprender el viaje, para viajar sin exceso de peso, que la familia siempre estará ahí por más fuertes que sean los vientos, que debemos agradecer por un nuevo día, que debemos abrir las alas y vivir, que la vida no es dinero ni posesiones, que la vida son esas pequeñas cosas cuyo valor es sentimental y no material ni económico.
Aprendí a disfrutar de mi compañía, al estar solo te encuentras, te reinventas, te renuevas, te amas, y si te amas estando solo, cuando llegue una compañía, amarla y valorarla no será difícil, aprendí que un viaje te quita la venda de los ojos, que muchas veces hablamos desde el prejuicio cuando ni siquiera conocemos de lo que estamos hablando, que la riqueza de una persona se mide por la caridad y nobleza que hay en su alma, que la grandeza de los sueños dejan ver cuán valiosa es una persona, que los sueños determinan de que estamos hechos y hasta donde podemos llegar.
Para terminar, tan solo quiero dejar una frase la cual nos debería poner a pensar sobre lo que estamos haciendo y si realmente eso nos hace sentir libres, felices con la vida que llevamos.
“Tenemos dos vidas, y la segunda comienza cuando nos damos cuenta que solo tenemos una”. Confucio.
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 12/06/2018. 17:48 horas, suena Rue des Cascades de Yann Tiersen.
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