No vivas para ser por temor, la presa de otros sueños
- DanielPipeGarcía
- 1 sept 2018
- 3 Min. de lectura
Muchos son renuentes al cambio, pues nacen, conocen la vida, bueno la distinguen (a esa niña caprichosa nadie la conoce nunca), crecen, construyen un camino y ese camino es rectilíneo toda su vida, no digo que sea malo, puede ser muy bueno; pues si están en su zona de confort y están bien, para que salir, no tendría sentido. Estos después de que viven bien, se conforman, pues, ya tienen lo que querían y hasta ahí llegan, el objetivo se ha cumplido.
Otros, en cambio, uy!, estos otros me aterran, son como la pluma en el aire, no saben que quieren, como no saben que quieren pues no hacen nada por su vida, solo se conforman con las migajas que caigan del cielo, uy no, que tal vivir así, esperando que las cosas lleguen, así no más, y conformándose porque pues “les toco”. No, pechos fríos y aguas tibias no, esos lejos de acá.
Otros son, bueno somos, o por lo menos nos creemos, almas libres, potros desbocados, que no conciben la idea de sentirse atados, esclavizados, subyugados y cuanto sinónimo exista, no somos libertinos ni hacemos lo que queremos, claro que no, hay cosas que hay que acatar, que tal todo fuera anarquía, tampoco así, pero no nos vemos siendo los ciervos de otros, de nadie ni de nada. Vivimos porque queremos lograr obtener eso que tanto ansiamos y soñamos, y lo vamos a obtener, eso sí, sin pasar por encima de nadie, y aclaro, la libertad particular, llega hasta donde la libertad general es afectada, por el deseo de uno solo, no se puede afectar la estabilidad del resto.
Bueno, siguiendo el camino; si, somos como esos potros desbocados, que a veces nada los para, que después de que algo se les mete en la cabeza ya nada se lo saca hasta que lo han conseguido. Por casualidad, un día me tropecé con la historia de este muchacho, el rey Macedonio, aquel que fuera hijo de Filipo II, aquel que venció a Darío, el rey persa en el rio Jakartes, aquel que nombra Iron Maiden(que grupo!) en una de sus canciones; bueno, al caso, me tropecé con la vida de Alejando Magno, Alejandro conquisto lo de aquí, lo de allá, lo uno, lo otro, tan solo lo detuvo una fiebre (la que lo mato), de no ser así, hubiese conquistado medio mundo.
Si algo me gusto de Alejandro Magno, es que era un hombre decidido, tan decidido, que un día su ejército era tres veces más pequeño en número que el del enemigo, pero tan decidido a ganar estaba, que ordeno “quemar las naves” (que frase, y como ha hecho parte de mi), quemo todos sus barcos, es decir, o ganaban o ganaban, pues sí, eso aprendí de Alejandro, que hay que ser decidido en la vida, que hay que ser libre, que no hay que someterse a nada ni nadie, que hay que pelear con valor y coraje por aquello que queremos, que por más difícil que se vea la contienda hay que dejarlo todo, que debemos exigirnos al máximo, que debemos ponernos a sí mismos contra las cuerdas, que si es necesario, quememos las malditas naves, pero que hay que vencer, que si morimos, lo hicimos peleando, de pie, y no llorando de rodillas. Que así como lo hizo Alejandro, debemos conquistar, y seguir conquistando, que no debemos conformarnos nunca, y si un lema tengo ahora, es que lo quiero todo y un poquitito más, si, así como la canción de la Bersuit.
Otra cosa, somos libres porque como leí alguna vez pero no recuerdo en donde: “un barco atracado en un puerto está seguro, pero no es la finalidad para la que fue construido”, si nacimos siendo libres, porque siempre nos quedamos en un solo lugar y muchas veces conformes con lo que hay o peor aún con lo que toco y no se busca más. Como diría el cuarteto, “si naciste incendiario no te mueras bombero.” Somos lo que somos, y nada ni nadie lo podrá cambiar.
NOTA: suelo relacionar mucho la música cuando escribo, a veces nombro lo que estoy escuchando en lo que escribo, lo siento no puedo dejar la música de lado, la música hace parte de todo hombre. Por lo anterior quiero decir, que no saben lo sabroso que es escribir a media noche, con el silencio de la noche, con el maullido de los gatos, con la mirada del perro, y, lo mejor, escuchando ese maravilloso acordeón de Yann Tierse, que placer (en este momento suena La valse d’amelie).
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