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A un millón de versos

  • Foto del escritor: DanielPipeGarcía
    DanielPipeGarcía
  • 3 ene 2021
  • 5 Min. de lectura

Hablar no significa hacerse entender, subir el volumen de mi voz no quiere decir que me escuchen más claro, por eso escribo, porque las letras quedan grabadas sobre el papel, porque a las letras no se las lleva el viento. Escribo para no quedarme callado, quien calla empieza a almacenar indiferencia, escribo porque la hoja en blanco me permite hacer lo que yo quiera, escribo porque es lo que me piden las entrañas; escribo porque tengo miedo de morir sin haber dicho nunca nada; diría Saramago en ensayo sobre la ceguera: “quien va a morir esta ya muerto y no lo sabe”, en cierto modo es como si naciéramos ya muertos; escribo porque siempre recuerdo el “memento mori”, esta sentencia estoica que pide recordar diariamente que vamos a morir, que estamos solo de paso, que esta vida es solo una transición hacia la muerte, y que tenemos que aprender a morir y a aceptar la muerte como un designio natural para el hombre, que la muerte no es algo trágico, todo lo contrario, pensar en nuestra muerte es tener presente que debemos vivir cada día como si fuese el ultimo. Por eso escribo, para confesarme sobre la hoja en blanco, para decirle lo que siente el corazón.


Escribo porque nada ha sido mío, excepto mis letras, esas que hace un tiempo sentía vergüenza de mostrar pero que hoy entiendo como parte de lo que soy, entendí que al escribir soy yo mismo, que la escritura se ha convertido en ese boleto de tren sin regreso, que a través de los años, releyendo estas letras me doy cuenta de la evolución de sí mismo, pero también me doy cuenta que estoy a un millón de versos de ser la persona que quiero ser, por eso escribo.


Aquí estoy, tratando de pulir el léxico, la técnica y el estilo, dejando caer las falanges sobre las teclas, también manchando la palma de mi mano izquierda con la tinta del bolígrafo. Espero que llegue el escrito que me saque del anonimato, aquel donde el bolígrafo me dará una obra maestra, una con la cual pueda tocar a las personas. Cuando haces algo que vive en el cuerpo y la mente de los demás ya estas fuera del anonimato, ya existes para alguien, más allá de la efímera presencia física.


La palabra es inmortal, perdura en el tiempo, es revolución, escribo por gusto, por afición, espero que nunca llegue el día en que tenga que escribir para vivir, para ganar un sueldo, en este momento la magia dejaría de serlo y la escritura pasaría a ser una obligación. En un principio pensaba que esto no sería más que una pérdida de tiempo, tamañas sandeces diría y me las creería. Hoy, entiendo que este es uno de mis vicios, todos tenemos uno, que lo haga bien o mal no interesa, solo me importa que las letras me sigan salvando de la rutina diaria a la que nos vemos enfrentados para sobrevivir, esa de levantarse muy temprano en la mañana, sentarse en el retrete frio a evacuar, bañarse, cambiarse, tomar el transporte de mierda que tenemos, en el que pasamos… ummm… seguramente muchas horas de nuestra vida, por eso escribo, para escapar, porque a veces hace daño tanta sociedad.


Somos historias, recuerdos, cúmulos de vivencias que se agolpan en nuestro interior y que así, escena tras escena van formando esta tragicomedia a la que llamamos vida, somos los lugares que visitamos, las personas que conocemos. “La vida que se va y no vuelve, queda fijada en la memoria de los lugares” escribió Marcelo Corti, pero me da miedo que un día la memoria me falle, por eso escribo, para inmortalizar esos recuerdos, por eso cuento historias que veo a diario, en los semáforos de la ciudad, en mi barrio, en la calle, en lo que me cuenta algún amigo. No soy el creador de nada, tan solo intento darle pinceladas a un relato, nada más que eso, pero a su vez, estos simples relatos son como avioncitos de papel que tiro al viento, para que vuelen, para que lo leas tú, lo lea él, lo lea yo y lo leamos todos.


Sentirse vivo y muerto se puede lograr con la escritura, un día quieres escribir sobre los verdes paisajes y azules lagunas que viste dando un paseo en bici y al otro escribes sobre un perro que viste morir atropellado en la autopista, hoy escribes por amor, pero ayer escribiste por odio, la línea entre estos dos es bastante delgada. Se escribe para dejar testimonio, como lo hizo Ana Frank, para denunciar, para culpar y para elogiar.


Infinidad de veces escuchamos nombrar a las sagradas escrituras, ese dogma que se transmite generación tras generación, si algo hay que abonarle a la religión es que definieron a la escritura como sagrada; eso son las letras que forman palabras, sagradas, eso son las palabras que forman oraciones, sagradas.


Escribo por las noches, cuando solo se escucha el viento helado que roza la ventana de mi habitación, apago la tele que solo vende basura, enciendo la música que sirve de combustible a las ideas, sirvo una copa de vino, dejo que el corazón abra las puertas y que la mente traduzca esto en ideas, con mis manos solo ejecuto lo que dicen este par.


Espero seguir enamorado de este vicio solitario, porque eso es la escritura, un vicio solitario que nos enfrenta a nosotros mismos y a la hoja en blanco, espero cada día mejorar en este arte de comunicar mis ideas a los demás, en intentar tocar fibras a través de las palabras, espero perpetuarme en estas letras, tal vez un día un hijo, un nieto o un desconocido lea todo esto y sepa lo importante que son las letras en la vida de un escritor.


Busco escribir algo sencillo, una frase limpia, pura, que me sirva de pasaje para ganarle minutos en este viaje al reloj y su tic tac interminable. Solo busco elevarte con mi pluma, escribo para salir de los márgenes, cada renglón es una enseñanza, no tengo bandera, el bolígrafo es un avión a mil kilómetros por hora y un pequeño cuaderno es mi república. Escribo para encontrar esa frase que mata y al mismo tiempo salva, que destruye cuando estas frente a la hoja en blanco y no sabes que plasmar, esa qué de la nada y tras un sorbo de vino llega y hace boom en mi cabeza, tras cada palabra se va una parte de sí, un pensamiento más que va y viene, que se balancea en el minuto a minuto de una madrugada capitalina, un pensamiento que busca escapar de tanta sociedad, un pensamiento que quiere llegar al alma, que no quiere seguir patrones ni reglas impuestas, por eso escribo sobre los márgenes, porque escribiendo he encontrado cosas que nadie me ha enseñado.


Escribo porque es el éxodo, la huida a otros lugares. Dijo Bunbury: “las cosas cambian y no estamos aquí de visita”.


Como en cada escrito, una canción suena en el reproductor, hoy: Naval – Yann Tiersen

 
 
 

2 comentários


Steeven López
Steeven López
15 de abr. de 2023

💚💛

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DanielPipeGarcía
DanielPipeGarcía
15 de abr. de 2023
Respondendo a

Gracias por leerme :)

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