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¡Emma!

  • Foto del escritor: DanielPipeGarcía
    DanielPipeGarcía
  • 30 abr 2021
  • 7 Min. de lectura

Es un día de esos en los que pesa tanta sociedad, donde la cabeza es invadida por mil preguntas que no tienen respuesta y súbitas ganas de llorar ahogan su respiración, lo que fácilmente podría llamarse un día de mierda. Camina pateando piedras en la noche con una lata de cerveza en la mano, esa parecía ser la solución, total y estando solo siempre se encuentra y se rescata. Con su lucha interior siguió caminando, pateando piedras bajo la luz tenue del deficiente alumbrado público, así mismo estaba su corazón, con una luz pálida que no permitía encontrar esa brújula que le mostrara el norte en ese momento y dejar de pensar que la vida es solo un chiste de mal gusto, mal contado, que se volvía irónica e hipócrita, no por ser vida, sino por los vivos.


Aquella noche Samuel se cruzó con Emma, una mera casualidad de la vida. Ella se encontraba sentada en una banca, solitaria, con frío y una pierna hinchada por alguna enfermedad la cual le hace llevar consigo una indecorosa muleta, según Emma con la ayuda de Dios va a estar mejor. Por debajo de los bordes de un gorro de lana asoman las puntas de aquellos cabellos gris ceniza, las arrugas en las comisuras de sus ojos y en sus manos hacen pensar a Samuel que aquella personita esta sobre los 75 u 80 años de edad.


En esa banca y en la oscuridad de la noche Samuel decide ayudar a esta abuelita con un billete arrugado que saco de su billetera, total y no sabía que más ofrecer, así que recurrió a algo tan banal como el dinero, eso pensó Samuel, lo contrario pensó Emma, pues dijo que con eso compraría una sopita porque la noche capitalina es demasiado fría para los viejos como ella. Hablaron un poco más pero el frío hizo mella en cada uno y decidieron despedirse, Emma pidió a Dios por Samuel y lo despidió con una bendición, así como lo hacen las abuelitas.


Han pasado dos meses y Samuel ha vuelto a ver a Emma, esta vez en un semáforo cerca de casa, pidiendo alguna moneda o algo de comer, al cabo de un rato aquella anciana se sienta en una banca que hay justo al lado del semáforo, el joven titubeando se le acerca y le pregunta como esta y le regala unas galletas de chocolate; Emma no lo recuerda, a sus aproximados 80 años la cabeza acumula tantas cosas que recordar una voz y una cara se le dificulta, al joven esto no le importa, vuelve e inicia la charla como aquel primer día, de nuevo se están conociendo pero, esta vez Emma es mucho más abierta y habla sin vergüenza alguna, apenas y dejo pronunciar palabra al muchacho.


Los encuentros con Emma son espontáneos, nadie los planea, o quizá Dios, ese Dios que dice Emma es el dueño de este indivisible universo y a quien se puede pedir de todo siempre y cuando nuestra conciencia no lo permita, es decir, no puedes pedir piedad si en tu corazón no la hay, estas cosas las menciona Emma en sus charlas donde siempre está presente Dios. En la charla de hoy se tocaron diversos temas, hablaron acerca de la bondad del hombre, se habló también sobre la debilidad del varón, que la mujer es hermosa y peligrosa a la vez, que es un ser tan bello que puede dar vida pero que hay que evitar herirla. Samuel no entendía pero atendió los consejos de Emma, tendría sus razones para decir esto.


Emma también es nutricionista, recomendó al joven que comer y que no, la importancia de alimentar el cerebro, de mantener un cuerpo saludable para no sufrir de tantos males en la ancianidad. Comento también que le gustaba leer, que las personas que leen son diferentes a las demás, que aprendió a encontrar refugio en la lectura aunque a veces sus apagados ojos le dicen basta, que quiso ser abogada o psicóloga, pero que la vida es muy dura y que no lo logro, que ser una niña huérfana desde sus primeros días le puso la vida cuesta arriba, que estudio algo de música, que aprendió pocas cosas pero que la música le enseño a ser analítica y paciente, Samuel se pregunta si sus manos de verdad logran interpretar un acorde con algún instrumento, tal vez si, tal vez no, pero a Emma le cree lo que le dice cuando la ve hablar con sus ojos cerrados, como si hablara desde el corazón.


En la universidad minuto de dios, en la calle 80 con avenida Boyacá ayudan a los jóvenes a formarse para ser alguien en la vida aseguro Emma; le dijo a Samuel que fuera a preguntar por una carrera universitaria que le gustara, que allá lo podían ayudar. Pregunto por los padres del joven, por su familia, hablaron de tantas cosas que es imposible recordar todo. “Hay que ser felices y perseguir todo aquello que nos haga felices sin importar lo que digan los demás, para eso Dios nos otorgó libre albedrío y libertad personal, a los padres hay que escucharlos, pero que hay que seguir al corazón, Dios ya nos dio el permiso de venir a ser felices y nadie nos puede negar nuestra felicidad”. Esas palabras de Emma dejaron una linda enseñanza a Samuel, ojala y lo aplique en su vida de ahora en adelante. A veces el ser humano condiciona su felicidad por pensar en otros ¿Por qué dejar la vida en función de otros? vaya error, cuantas veces se dejan de vivir lindas oportunidades por el que dirán, ya déjense de pendejadas que mañana abandonamos este plano terrenal y solo quedara lo vivido.


Emma sufre de la circulación y cojea con su muleta, su pierna se inflama y rompe el corazón verla así, toma una medicina natural que se llama Ginkgo Biloba, es para la circulación, este mes logro comprar la medicina y ahora en las noches siente que la sangre baja a sus pies y ya no los mantiene tan fríos. Estos relatos le rompen el corazón a cualquiera, esta es la sociedad que nos tocó, por eso es que Samuel dice que a veces le pesa tanta sociedad.


Emma paga una habitación cada día y debe rebuscarse lo de la comida, en este país donde sus dirigentes dicen que “el que es pobre es porque quiere”, aquí sabemos de sobra lo que significa eso de “rebuscarse la comida”; hace cinco años paso unos papeles para ser beneficiaria a un plan del gobierno para el adulto mayor pero que aún no la llaman, Emma querida, en este país insensible y falto de empatía no te van a llamar.


Samuel no es la persona más creyente en Dios, pero hoy Emma pronuncio unas palabras muy bonitas como oración a Dios pidiendo salud, protección y sabiduría, según Emma Dios siempre nos está mirando, dice que es un ser muy bondadoso con sus hijos pero que también sabe ser un padre con templanza y que por eso hay que respetarlo. En todo caso, Emma habla con Dios de una manera muy bonita, muy sincera, además Samuel se sintió afortunado, nunca en su vida había recibido una oración en la calle, pasaban peatones y se quedaban viéndolos, también ciclistas y autos que se quedaban viendo la escena, una señora de unos 75 u 80 años orando en la calle bajo la luz pálida del alumbrado público y un muchacho con las manos dentro de su chaqueta de Jean. Pensaría la gente ¿Y estos qué?


Hay algo que ahora ronda en la cabeza del joven Samuel y que no logra contestarse ¿Será Emma una víctima del cielo? Porque en su precaria situación es tan entregada a Dios, dice que no tiene familia pero que lo tiene a él, ¿si Dios es tan bueno porque Emma esta en esa situación? ¿No se supone que si uno es bueno Dios es bondadoso?


En este último encuentro cruzaron sus números de celular, Emma dice que consideraba a aquel joven como su amigo, que en la calle son pocos los amigos pero que le gustaba conversar con alguien. Saco un pedacito de papel y Samuel le dejo su número escrito muy grande, para que la viejita lo pudiese leer. El muchacho espera ver a Emma de nuevo personalmente y no tener que hacerle una llamada al cabo de unos días o meses porque tal vez no la vuelva a ver por el barrio. Se despidieron y se desearon buenas cosas, esas que siempre decimos, que Dios te bendiga, cuídate, ten cuidado y ve con Dios.


Emma existe, esto no es ninguna ficción, si a usted querido amigo lector, este escrito le toco fibras como a mí, escríbame, seguro algo podemos hacer por Emma. Samuel también existe y es quien escribe esto. Ella es muy agradecida, la he visto pocas veces pero las veces que hemos conversado me parece una viejita linda, con su gorrito de lana para el frio capitalino y la indecorosa muleta.


Como alguna vez dije en escritos anteriores, yo no creo historias, tan solo cuento de la mejor manera lo que veo en la calle, la primera vez que vi a Emma estaba triste, ya ni recuerdo porque era, seguro una nimiedad, una estupidez, algún capricho tonto me hizo sentir afligido. Esa primera noche que hablamos, al terminar la charla ya no estaba triste, me sentía bien, pero Emma si quedo triste, era su cumpleaños me dijo aquella vez, yo no le creía pero incluso saco su documento de identidad, no quise revisar la fecha, como lo dije anteriormente le creo a Emma. Ahora bien, me surge otra pregunta ¿Es posible, puede ser, que el dolor de algunos sane el dolor de otros? Eso fue lo que paso aquella noche.


Esta es la muestra de la sociedad de la cual usted y yo hacemos parte y día a día engrosamos sus filas; como el caso de Emma debe haber miles, pero si tuviésemos el mínimo de empatía para brindar un plato de comida creo que todo sería diferente. No hay que esperar hasta que te pase a vos, o tal vez a mí algo así para comprender lo que siente el otro.


Hoy llueve en la capital y hace frío como cada noche; en el reproductor acompaña Rufus Du Sol y suena Underwater.


 
 
 

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